Partos a la medida de la cultura
No es la parturienta quien sigue los dictados del médico, sino es éste quien se adecua a las exigencias de la que atiende. Ésa es, en resumen, la filosofía que se aplica en el país desde mediados de 2007. La mujer elige si tendrá al niño parada, de cuclillas, recostada o apoyada en el esposo o cualquier familiar cercano.
El llamado parto intercultural y humanizado tiene la finalidad de suavizar la barrera que hay entre la mujer indígena o de las zonas rurales y la medicina alopática, que es la que practican los médicos ‘de blanco’. En el kilómetro 6 de la doble vía a La Guardia (Santa Cruz), Gloria (25) juega con su pequeña de siete meses. “Yo me preparé para el parto normal. No quería que me operen. Uno tiene que cuidarse durante mucho tiempo”, cuenta, mientras espera la consulta con Aurelia Rodríguez, una naturópata (o naturista, según se los conoce en nuestro medio) que ha ayudado a parir a decenas de mujeres. Conoce las formas que cada una prefiere para traer a sus hijos al mundo.
Muestra un pequeño frasquito de plástico y dice: “Los aimaras usan aceites”, comenta. En el frasquito, las recomendaciones son una muestra del lenguaje popular que se usa desde hace siglos: “Recomendado para eliminar el pasmo de sol, el pasmo de luna y en enfriamiento del vientre. Facilita el parto y alivia los dolores de cabeza. Friccionarse en forma circular por las noches en la zona afectada durante unos diez a 15 minutos”.
Cuando llega una embarazada de esta cultura, se hace una ‘humeada’ previa y se aplican gotitas del aceite en las brasas, sobre las que se coloca una koa, que es un conjunto de pequeñas pastillas solidificadas con yerbas y algunos objetos simbólicos. Los aceites, explica Aurelia Rodríguez, ayudan en la dilatación. Para algunas mujeres quechuas tiene que alistar hojas de naranja agria o cedrón, con las que realiza fricciones para ayudar a calentar el cuerpo y facilitar el parto. “Siempre les pregunto cómo quieren, porque todas tienen su tradición”, comenta.
Los investigadores Ursulla Hutter-Coelho y Adrian Waldmann recogieron la experiencia de Florentino Arispe, partero de Villa Paraíso. Aprendió a atender los partos con la ayuda de los espiritistas. Se reunía con los mallkus, quienes hablaban con los espíritus de los antepasados. Los mallkus se daban cuenta de si el bebé estaba de un lado. “Esta guagua está de un lado. Tienes que acomodarla”, le decía.
Cuando llegó a Santa Cruz en 1981, tuvo que aprender a conocer las hierbas locales, que son distintas a las de Potosí, su tierra natal. “Siempre ando preguntando a los cambitas para qué sirve esa planta. Ellos me enseñan y me explican cuál es la planta para la fiebre y cuál para el reumatismo”, comenta. Dice que nunca ha obligado a nadie a recurrir al manteo para acomodar la posición del feto en la embarazada. “Yo manteo solamente cuando las compañeras creen”, comenta. Esto consiste en acostar a la embarazada en una manta, sostenida por cuatro personas que la sacuden.
En algunas familias existe la costumbre de amarrarse la cabeza para cortar el sudor; Arispe sólo lo hace si es necesario colocar un remedio. Potosinas, orureñas y paceñas usan una faja. Las potosinas la usan hasta el siguiente embarazo, y se la quitan sólo para bañarse. “En cambio entre los cambitas no se usa faja. Sólo una cintita floja que se deja tres días puesta”, comenta.
“Las guaraníes tienen al niño y se bañan. Es algo rápido”, comenta Aurelia Rodríguez. En las antiguas comunidades, la mujer evitaba ciertos alimentos durante el embarazo para que el niño no adquiera deformidades. Después del parto, el padre permanecía acostado en la hamaca durante algunos días. Quienes no entienden la motivación profunda hacen bromas por esta costumbre, que obedece a la creencia de que el niño está muy unido al padre, y lo que le sucede a él, se refleja en el pequeño. Si veía algo que lo asustaba o le sucedía un percance al padre, el débil pequeño podía sufrir las consecuencias.
La chiquitana se pone de cuclillas o sentada, aunque según Marica Ortiz Suárez, ha atendido a algunas que tuvieron al niño de cuatro pies. María Romero, que vive en la zona de los valles, tuvo once hijos. A todos los tuvo sentada. “Cuando el bebé tarda se le da de tomar a la mamá la cáscara de peta quemada, aceite de pata o huesos de anguila.
He visto que han traído huesos de anguila pero no sé cómo se prepara. Yo uso un remedio con caracoré. Pero no es bueno darle muchas cosas. A veces amanezco con ella. Atendí una vez a un bebé que nació de nalgas. Hoy en día hay médicos para este problema. Esa vez le dije al padre que tal vez iba a morir la mujer porque yo no la atendí desde el principio”, narró Marica Ortiz.
En Bolivia existe un Viceministerio de Medicina Tradicional. A cargo de la dirección del mismo nombre está Alfredo Durán. “Se está dictando en varios seminarios el tema de la interculturalidad. Participan matronas y médicos tradicionales, complementándose con ginecólogos. Así surgió la idea del Parto Limpio, lo que no quiere decir que las parteras realicen partos sucios. Simplemente se trata de que se realicen las tareas con mayor asepsia y limpieza”, explica. Algunas cifras generales indican la importancia de esta labor para reducir la mortalidad materna. Según los datos que maneja Durán, hasta un 40% de la población boliviana acude a la medicina tradicional. “Estamos tratando de que se legalice la medicina tradicional. Tiene que existir una ley para ello. No puede ser que en el Código Penal haya un artículo donde se castiga esta práctica. Es absurdo, porque el Estado tiene una deuda con la medicina tradicional”, asegura. Señala también que en el código de ética médica ya no existe desde el año pasado un artículo que obligaba a los galenos a denunciar esta práctica. “Ahora ese artículo ya no está”, comenta el director.
La Ginecóloga Sonia Carvajal, asegura que en lugares como Cotoca y otras áreas rurales, el parto se atiende de acuerdo a la petición de la embarazada. “Los tienen de cuclillas o incluso paradas, porque así están cómodas. El médico está atento a cualquier problema que pueda haber. Felizmente, no hay complicación alguna”, comenta. “En algunos hospitales se capacita a las enfermeras para que se desempeñen como matronas en las áreas rurales”, dice. “Por ejemplo, las menonitas tienen su matrona. Muchas vienen a la maternidad cuando hay demora en el nacimiento. Ella acompaña a la mujer e incluso entra a la cesárea”, comenta la ginecóloga.
Fernando García es uno de los pocos naturópatas certificados en Santa Cruz. Su título le permite ejercer en cualquier país de la Unión Europea, y ha acumulado decenas de certificados de cursos sobre diabetes, hipertensión y otros problemas de salud. Establece una diferencia entre la partera, que ha aprendido el oficio a través de la observación y la enseñanza de un familiar que atendía partos, y la matrona, que es producto de un entrenamiento y que puede llegar a aplicar incluso inyecciones. “La partera, ante una hemorragia, puede dar una agüita de jichituriqui, y la matrona inyectará una vitamina K. Con la nueva política estamos aprendiendo acerca de interculturalidad.
A veces la gente no quiere dar explicaciones y se cierra frente al médico. Hay otras que no se dejan ni tocar”, comenta. En ese sentido, Santa Cruz es uno de los departamentos que más está avanzando en la integración de la medicina tradicional con la medicina alopática. Cita como ejemplo los seminarios sobre plantas medicinales del trópico, que se han realizado cuatro veces, y la iniciativa de San Ignacio de Velasco, en cuyo hospital atiende el médico tradicional.
Se está utilizando una carpeta familiar, que puede ser llenada por el médico alópata o tradicional. Tiene información acerca de las enfermedades que padeció el paciente y sus familiares, la cantidad de hijos, el tipo de vivienda y, por supuesto, las características del crecimiento de cada nacido vivo. Así se pretende llegar a tener un registro real de la forma en que los bolivianos de todas las culturas llegan al mundo. Lo importante es que cada mujer se sienta cómoda y feliz durante ese acto milagroso que es parir.
Diferencias
Sol
La mujer chiquitana no puede exponerse al sol porque la criatura que está formándose ya siente el calor cuando tiene más de dos meses. El sol afecta más a los hombres que a las mujeres.
Viento
La embarazada debe cuidarse del viento. Se hacen baños de naranja agria para que no le afecten las corrientes de aire.
Tabaco
Entre los tacanas, la partera se fricciona los brazos y las piernas con polvo de tabaco. Sopla humo sobre la cabeza de la mujer para darle fuerza.
Para ayudar
La mujer tacana come manteca de sicurí (anaconda) o también un pescado llamado ‘mucui’ para facilitar el trabajo de parto. Es conveniente, antes, dejar resbalar el pez, que vive en los curichis, en medio de sus senos hasta el vientre.
El hombre tacana tiene relaciones sexuales con su esposa hasta poco antes del parto, para que la vagina esté elástica. Despúes del nacimiento, la cuida y evita el coito durante treinta días.
Sorprendente
Cualquiera puede aprender a atender un parto, dice Susana Picaneray, del pueblo ayoreo. Se usa cáscara de peta o aceite con limón. “Pero es la palabra la que cura”, comenta. Las palabras de la fórmula son “Je pocoine patique yue ee;Je ca uru ca uru ee; Ye yo ja ja ja; Je yo caru caru”. La traducción es: “¡Barriga dura!¡Tiene que nacer rápido!¡Yo soy el que bota rápido!¡Yo soy como resbalando resbalando!”.
Fuente: Javier Méndez Vedia - Revista Extra de El Deber
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